Putin y Zelenski logran un modesto acuerdo para llevar la paz a Donbass
Los líderes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Vladímir Putin y Volodímir Zelenski, lo que se conoce como el Cuarteto de Normandía, estuvieron ayer casi siete horas reunidos en París en unas duras negociaciones para intentar avanzar en la aplicación de los Acuerdos de Paz de Minsk de 2015 hacia un mecanismo que permita poner fin de una vez por todas a la guerra en Donbass, pero con resultados my modestos. Este conflicto se ha cobrado ya 13.000 muertos desde su comienzo en abril de 2014, un mes después de la anexión de Crimea, y es el único activo en Europa actualmente.
Según anunciaron durante la rueda de prensa final los cuatro participantes en la cumbre, se firmó una declaración que contempla un intercambio de todos los prisioneros aún encarcelados antes del 31 de diciembre, continuar la separación de fuerzas en la línea de frente y un cumplimiento del alto el fuego más estricto y estrechamente vigilado por la OSCE.
Antes del encuentro a cuatro, Macron se reunió por separado con Putin y Zelenski y lo mismo hizo Merkel con los dos mandatarios eslavos. En mitad de la cumbre se hizo un paréntesis de hora y media para que los presidentes ruso y ucraniano tuvieran su primer cara a cara, una cita largamente esperada sobre todo en Ucrania y que ayer se presentaba como un gran avance. Después los cuatro dirigentes comenzaron una cena de trabajo que finalizó cerca de la medianoche.
El presidente ucraniano admitió que «no hemos podido resolver todas las cuestiones», pero subrayó que el trabajo para conseguirlo continuará. Putin, por su parte, dijo estar satisfecho del encuentro y subrayó una vez más la necesidad de un «diálogo directo entre Kiev y los dirigentes de Donetsk y Lugansk». El jefe del Kremlin aclaró que la separación de fuerzas en la línea de contacto se efectuará «por etapas».
Todos estos aparentes progresos de la cumbre de ayer llevaban años estancados, pero se esperaba además una aproximación a la resolución de otros aspectos también recogidos en los acuerdos de Minsk relegados completamente. Por ejemplo, determinar una fecha para las elecciones a celebrar en Donbass o los plazos para que Ucrania recupere el control de la frontera con Rusia. En estos asuntos se consiguió consensuar muy poco, pero Putin afirmó que su homólogo ucraniano entiende la necesidad de acometer reformas políticas y de la Constitución ucraniana para conceder a los dos enclaves sublevados un estatuto autonómico y subrayó la necesidad de observar la «Fórmula Steinmeier». No hubo acuerdo en la forma en la que se llevará a cabo el tránsito de gas ruso a través de Ucrania y Zelenski corroboró que tampoco lo hubo en cuestiones que calificó de «cruciales», como la citada recuperación del control de la frontera y el momento propicio para celebrar los comicios. Como decían ayer miembros de las delegación ucraniana «se ha acordado seguir intentando alcanzar acuerdos». Macron dijo que la próxima reunión del Cuarteto de Normandía tendrá lugar dentro de cuatro meses.
Zelenski se marcó como principal objetivo de su mandato mejorar las relaciones con Moscú, conseguir la puesta en libertad de los ucranianos presos, recuperar el control sobre las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk y, por supuesto, poner fin a los enfrentamientos armados.
Desde que el actual presidente ucraniano llegó al poder en mayo, ha hablado cuatro veces por teléfono con su homólogo ruso y se han dado pasos hacia una cierta normalización: un intercambio de prisioneros incompleto en septiembre, la devolución a Ucrania en noviembre de los tres buques apresados por fuerzas rusas el 25 de noviembre de 2018 en el estrecho de Kerch y, finalmente, un repliegue de fuerzas por ambas partes en tres localidades de la línea de frente con el consiguiente desmantelamiento de fortificaciones y desactivación de minas.
Estas mejoras han sido posibles después de que abandonara el poder el presidente saliente, Petró Poroshenko, a quien el Kremlin nunca ocultó su animadversión y antipatía, y en un contexto cuando en la Unión Europea se nota ya un cierto hartazgo del mantenimiento en el tiempo de las tensiones con Rusia y del daño económico que las sanciones mutuas están provocando a ambas partes. Macron ya anunció en la cumbre del G7 de Biarritz, en agosto, que hay que normalizar las relaciones con Rusia.
Pero las discrepancias entre Moscú y Kiev sobre las vías de solución del conflicto ya se venían expresando por uno y otro lado en las últimas semanas. El pasado 1 de octubre en Minsk, Ucrania, Rusia, la OSCE y representantes de los separatistas de Donetsk y Lugansk firmaron un acuerdo con la intención de desatascar la situación.
El aspecto central de aquel documento, que fue ya propuesto en 2016 por el entonces ministro de Exteriores y ahora presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, estipula la celebración de elecciones en las dos regiones rebeldes bajo la supervisión de la OSCE y con arreglo a la legislación ucraniana, de ahí que la iniciativa lleve el nombre de «Fórmula Steinmeier».
Si todo salía según lo previsto, después se continuarían implementando el resto de los puntos del acuerdo de paz: devolución a Ucrania de los dos territorios previamente desmilitarizados, recuperación por parte de Kiev del control de la frontera con Rusia y concesión de un sistema autonómico a Donetsk y Lugansk. Pero el orden de los factores, a juicio de gran parte de la élite y la ciudadanía ucraniana, sí altera el producto. No es lo mismo que los comicios se celebren antes de la reintegración de Donbass a Ucrania que después.
Por eso, a comienzos de octubre, después de anunciado el último acuerdo alcanzado en la capital bielorrusa, se produjeron manifestaciones de protesta en Kiev y otras ciudades del país, calificando de «capitulación» la aceptación del esquema ideado por el dirigente germano, elogiado, sin embargo, en Moscú.
Zelenski explicó que lo firmado el 1 de octubre en Minsk era una versión mejorada de la «Fórmula Steinmeier», ya que, según su interpretación, lo primero que deben hacer las milicias separatistas es deponer las armas y las fuerzas rusas retirarse, algo que en Moscú no se ha corroborado en ningún momento. Como tampoco las afirmaciones del presidente ucraniano en el sentido de que las elecciones tendrán lugar con el total control de la frontera con Rusia por parte de Kiev.
Además, y esto ha molestado mucho en ciertos círculos políticos ucranianos, durante la campaña electoral las dos regiones secesionistas recibirían un anticipo de lo que más tarde sería un régimen autonómico, es decir, una autonomía temporal hasta la votación en las urnas. Luego Ucrania debería proceder a modificar su Constitución para dar cabida a esa nueva organización territorial. De Crimea, península que Rusia se anexionó en marzo de 2014, ni hablar. El Kremlin da por hecho que es una asunto cerrado y que pertenecerá a Rusia ya para siempre.
Por eso, Zelenski ha estado sometido a enormes presiones en la víspera de su viaje a la capital francesa. El domingo tuvo lugar otra manifestación, convocada por las principales fuerzas de oposición, para advertirle sobre las «líneas rojas» inadmisibles en sus conversaciones con Putin. Para hacerle saber que habrá movilizaciones si cede soberanía a Rusia, si «claudica» o «capitula».
Poroshenko y la exprimera ministra, Julia Timoshenko, temen que Rusia incumpla una vez más sus compromisos, rechace retirar a sus militares de Donbass y aproveche para ganar tiempo y lograr el levantamiento de sanciones al tiempo que se legitiman en las urnas los dirigentes separatistas. Pero también hay miedo en Donetsk y Lugansk a que, una vez bajo la tutela de Kiev, se inicie una caza contra la cúpula separatista o contra los más de 125.000 ciudadanos que solicitaron y recibieron la nacionalidad rusa.
Tomado de https://www.abc.es/