Define a Juan Bosch como «un viejo pendejo»; exhalta a Pe
Santo Domingo Este.-Asistí el pasado domingo, por primera vez, a una actividad oficial encabezada por el síndico Juan de los Santos. Esto es intrascendente y no tendría importancia a no ser por lo que les voy a contar.
Desde que los regidores decidimos honrar el glorioso coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez poniendo su nombre a la Carretera de San Isidro, hubo que manejarse cuesta arriba con el síndico.
Fueron tantas las dificultades, pretextos y negativas para montar la actividad que quedó en evidencia su precaria convicción cívica y su débil vocación patriótica. O talvez no le simpatizaba el Coronel Fernández Domínguez. Y talvez tenga sus razones.
Era notorio que doña Arlette, viuda del mártir, de manera reiterada enfatizaba su agradecimiento a los regidores. No hacía lo mismo respecto del síndico. Él no quería colaborar y ella parece que lo sabía. Tal vez se lo dijeron.
Para lograr cambiar el nombre a la carretera de las cabañas no fue tan fácil. Los colegas Daneris Santana, del PLD y Eladio Rodríguez Solís, del MIU, me invitaron a suscribir con ellos la iniciativa. Analizamos y llegamos a la conclusión de que si yo firmaba la administración municipal podría boicotear el proyecto. Sustenté la iniciativa; pero no firmé. Recomendé la inclusión de un representante del PRD para mayor consenso en la Sala. Sabíamos que el cambio de nombre no era bien visto por sectores patrióticamente poco evolucionados.
Cuando concluyeron los discursos, nos fuimos al Acuario a la “conferencia magistral” sobre el tema a cargo de la denominada cara histórica del PLD, Euclides Gutiérrez Féliz.
Dijo nada o muy poco del coronel Fernández Domínguez. Habló hasta por los codos de él mismo y de su papá, el tristemente celebre “Gutierrito”. Este último no tuvo más meritos que ser un eficiente sicario al servicio de Trujillo, el más oprobioso dictador de América desde su descubrimiento por los españoles.
Habló tanto de si mismo, que cuando yo salí del Acuario me fui convencido de que era el nombre de Euclides el que debimos haberle puesto a la autovía; y no el del laureado coronel.
Lo que no explicó Gutiérrez Féliz fue el por qué cuando el síndico lo presentó, comenzó su resumen de vida por el tardío año 1965, cuando fue funcionario del gobierno de Caamaño. No se atrevió a decir su presentador que ya antes había sido congresista de la dictadura y que esa curul se la dio el dictador como una recompensa por los crímenes cometidos por su padre.
No creo que sea yo quien tenga que decirle a la cara histórica del PLD, que no debió, como lo hizo, para resaltar los indiscutibles meritos del profesor Juan Bosch poner a Peña Gómez por el suelo. Hacerle eso a Peña Gómez es un acto de cobardía, puesto que el extinto líder del PRD, a diferencia de Bosch, ya no puede defenderse ni tiene quien le defienda.
El doctor José Francisco Peña Gómez, a diferencia de Juan Bosch, no dejó herederos intelectuales que velen por la preservación histórica de su sagrado legado. Aunque que ambos tienen en común haber legado sendas bandas que constituidas en partidos políticos cobran hoy a la patria, con usura e infames intereses, los servicios que aquellos le prestaron. No significa, de ninguna manera, que todos sean delincuentes en esos partidos.
Aunque le reconocemos sus meritos, sabemos que el profesor Juan Bosch se pasó la vida escondido en el extranjero. Y que en la “Guerra del 65” también se mandó. Por eso el juicio desinteresado de la historia deberá reconocer a Peña Gómez como el jefe político de esa gesta. Como le reconoce a Caamaño ser el jefe militar.
Tanto miedo tuvo en el 65 el profesor Juan Bosch que cuando el presidente interino José Rafael Molina Ureña, invocando la Constitución del 1963, abrió las puertas de la patria a todos los exiliados dominicanos, hasta Joaquín Balaguer, que tenía fundadas razones razones para temer por su vida, regresó al país al lecho de su madre, ya in extremi. Pese a los esfuerzos, Bosch no vino. Tenía miedo. Siempre lo tuvo.
Aunque la fulgurante estrella de Peña Gómez, respecto de la lucha heroica del año 65, eclipse la mortecina estrella de Bosch, Euclides no podrá tapar el sol con un dedo. Cabe a Peña Gómez la gloria de ser el líder político indiscutible de esa gesta heroica.
Juan Bosch tiene otros méritos; pero fue un viejo pendejo que se pasó la guerra en el extranjero, sin tirar un tiro, mientras Peña Gómez aquí se le jugaba para restituirlo en el poder. No reconocerlo es una ingratitud de los bochistas.
En el acuario Euclides Gutiérrez Féliz habló de la repercusión y del apoyo internacional que concitó esa epopeya. Habló del elogio de Fidel Castro a los valientes combatientes dominicanos: “con 600 hombres como ustedes yo hubiera tomado Estados Unidos”, le atribuyó alguien haber dicho el líder cubano.
Quien esto escribe, Manuel Soto Lara, tengo en mi poder, en formato digital, decenas de comunicaciones internacionales, todas dirigidas a Peña Gómez, en su reconocida condición de líder político de ese movimiento, apoyando al pueblo dominicano, que heroicamente luchaba contra la oprobiosa intervención norteamericana.
No le regateo a Euclides ser un gran conocedor de la historia contemporánea. Nadie como él sube tan alto los conocimientos históricos; pero nadie como él los deja caer de tan alto. Como Cicerón ha llevado sus virtudes al mercado y los dos lo han hecho para comer, mas no por hambre.
Lo siento por nuestra patria, pues en lo porvenir en esa fuente distorsionada de la historia abrevarán sus hijos.
Coño viejo Peña… nos dejaste dolientes; solo buitres para devorar electoralmente tu cadáver cada cuatro años. En el caso mío, te soy sincero, ni siquiera lo hago por ti, sino en interés de la verdad histórica.