En solo cuatro meses, pero que parecen cuatro siglos, el coronavirus está cambiando el mundo en todos los aspectos. Aunque la economía y las costumbres sociales pueden recuperarse con una vacuna, más difícil será cerrar las heridas políticas que ya está abriendo. Tras reventar la globalización y dejar más de tres millones de contagiados y 227.000 fallecidos, el estallido de la pandemia en China ha vuelto todos los dedos acusadores contra su régimen autoritario, que intentó ocultar la enfermedad al principio y cuyas cifras no son creíbles para muchos países.
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